lunes, 30 de marzo de 2020

Nitro

Nitro
Una historia explosiva que no llegó a estallar


De la lectura de la magnífica obra Viaje a Andalucía “Historia Natural del Reino de Granada”, del ilustre e ilustrado Simón de Rojas, se tuvo conocimiento de la existencia de unas extrañas y confusas sustancias minerales en algunas de las cuevas dispuestas por la vertiente norte de la sierra de Los Filabres, a la altura de Serón-Tíjola.
Con la intención de aportar algo de luz acerca de la naturaleza de estas sustancias químicas ‒una de color oscuro, y la otra, de color claro‒ y, tras un limitado estudio, consecuencia de los exiguos y dispersos datos existentes, se decidió centrar los esfuerzos y la inteligencia en el paraje llamado del Angosto, a tiro de piedra del río de las Herrerías, término municipal de Serón.
Quedó escrito en el Diccionario de Pascual Madoz que, allá por el 1845, se descubrió por la zona unos depósitos minerales, cuyo análisis químico determinó, de una manera un tanto imprecisa para las nociones actuales, que estaban formados por compuestos de potasio-sodio y nitrógeno; traducido a los cánones químicos actuales, un compuesto perteneciente a la clase de los Nitratos. Estos depósitos minerales se hallaban al abrigo de la intemperie, en cuevas, simas… en oquedades del macizo rocoso.
La importancia de este explosivo hallazgo radica en la fabricación mediante el empleo de esta sustancia, entre otras cosas, de pólvora.
Para su beneficio, relata Madoz, «[…] se construyeron 3 fábricas llamadas de los Amigos, Sta. Ana y la Consoladora», y añade, «cuyo último edificio merece llamar la atención de los inteligentes».
En base a la poca información disponible, se resolvió empezar la búsqueda de estas sustancias junto al Cortijo de la Fábrica, topónimo éste coincidente con lo expuesto por Madoz, y que se sitúa al pie de una zona montañosa, parcialmente calcárea, propensa a la existencia de cuevas, localizado todo el conjunto en la zona más angosta del paraje del Angosto.
Imagen: Este es el semblante que ofrece la parte más oriental del Cerro del Pinar visto junto al Cortijo de la Fábrica. A la altura donde rompe la pendiente se pueden intuir varias oquedades en la roca calcárea, una de las cuales está acompañada de una imprecisa, vetusta e intermitente vereda, potencial indicio de explotación minera en el pasado. Hacia dicho enclave se dirigieron nuestras esperanzas.
Imagen: Continuando por la apenas perceptible vereda se observa, al final de la misma, la entrada a la cueva. En el paisaje podemos apreciar que el angosto lugar se encuentra en una cerrada del río de las Herrerías. En último plano de la fotografía, casi mimetizada con el azul del cielo, la grisácea silueta de la sierra de Las Estancias.
Imagen: Parecida perspectiva que la estampa anterior, algo más cercana a la gruta y más orientada a Levante. Se ve el cauce del río. La existencia de las tres fábricas para tratamiento del mineral en las inmediaciones de la corriente obedece a la necesidad de utilizar el agua en el proceso productivo.
Imagen: Dando la bienvenida a las entrañas de Los Filabres una placa con su debido nombre: “Cueva de la Sarna”.
Imagen: Espléndida panorámica la que se disfruta desde el acceso a la caverna: la sierra de Los Filabres y, perpendicular a ella, el río de las Herrerías, por el que circula el preciado líquido de estas áridas y sedientas tierras almerienses, hasta ir a unirse con el cauce que vertebra toda la comarca, el río Almanzora; un «ramblón traidor», según palabras de Simón de Rojas.
Imagen: La entrada a la cueva. En el pasado, a bien seguro, no apreciarían tan luminosa y acogedora la llegada a esta oquedad, ya que, su perturbadora denominación, «Sarna», se cuenta por el lugar que proviene por ser refugio, en épocas no tan remotas históricamente, de personas que padecían esta enfermedad contagiosa. La oscuridad de su interior sigue manteniendo secretos de tiempos pasados y de sustancias minerales presentes.
Imagen: Primera estancia de la gruta, iluminada por la luz proveniente del mediodía.
Imagen: Una de las dos raras e indeterminadas sustancias que aparecen en la cueva: la de color oscuro.
Al respecto de la naturaleza de este material, a principios del siglo XIX, el ilustrado Simón de Rojas dejó sentado en su manuscrito: «En un tajo de la caliza […] sale el asfalto por las infinitas rendijas que la peña tiene, yo le hallé durísimo y en ninguna parte fluido formando chorreaderos y cortes y largos que el betún formaba pelotoncitos achatados por la parte pegada a la peña o sólo manchaba a ésta de color negro.
[…] La explicación vulgar del País es que este betún es sudor del aceite que dejaron allí escondido los Moros.
[…] El asfalto de la Cueva fue objeto de muchas discusiones y meditaciones. […] El sabor y el olor del betún es ingrato, igual al de cagarrutas, de éstas hay por allí muchas que deja el ganado. […] El asfalto se derrite y ablanda un poco con el calor de la mano, a que se pega, pero no al fuego común. Desechada la opinión vulgar, restaba explicar el sabor, olor del betún, tan parecido al de las cagarrutas, éstas pisadas, deshechas y mezcladas con orines por las mismas reses que suelen retirarse allí y con humo por sus pastores podían producir el betún que sólo se observa en la parte inferior donde pudieran desparramarse las reses; algunos pedazos del betún caídos en el suelo están efectivamente mezclados con cagarrutas enteras o hechas polvo y pelos. Pero la fluidez del betún, su salida por las grietas precisamente en donde es inconcebible que pudiera introducirse la mezcla dicha, el olor de las piedras de donde sale, que no parece pueda penetrar el orín, etc. hacen del todo inadmisible la explicación; no es extraño que el betún, en su fluidez, se mezcle con lo que encuentre cuando forma una delgada y lustrosa costra sobre la piedra, se parece ésta a la que el humo forma; pero el humo nunca forma masas redondeadas, ni que fluyan, ni que tengan carácter alguno de los que lleva siempre nuestro betún. Éste se ve también donde no está nada ahumado. Los pastores señalan sus reses con alquitrán, que en otras partes llaman miera. ¿No puede derramárseles el caldero y ser éste muestro betún? El alquitrán es substancias de caracteres muy diversos, no fluiría por las rendijas varios veranos sucesivos.
[…] Me nombran cuatro cuevas majadas en que han observado el mismo fenómeno. […] Por donde sale su betún no hay nada ahumado y pocas cagarrutas […]».
Pues bien, pasados unos doscientos años de las meditaciones de Simón de Rojas y sus congéneres, después de ver, estudiar y analizar este esquivo material, sigue en la más absoluta oscuridad el nombre de esta diantre y oscura sustancia.
Imagen: Unos enormes «ventanales» arrojan luz al interior de la caverna. Junto al río se entrevé el cortijo de la Fábrica, en el cual se daba «luz» al mineral que se extraía de ésta y otras cuevas cercanas, convertidas en, supuestamente, pródigas y esperanzadoras minas.
Imagen: La sustancia mineral que da origen a su búsqueda, entendimiento y redacción de este texto: la de color claro. Aquí está el sujeto de nuestras indagaciones: la encontramos, se ha dado con ella. Éste es el compuesto de potasio y nitrógeno que fue descubierto en 1845, motivando, más tarde, su explotación y la construcción de las tres fábricas de tratamiento de mineral.
Puede leerse en el manuscrito de Simón de Rojas al respecto: «[…] La pudinga que suda el asfalto suda en el mismo lado y cerca de aquel sal amarga, que los Naturales dicen ser harina escondida antaño por los Moros […]».
El mineral se presenta en un color blanquecino; más blanco donde se halla más puro, y, con un tono más grisáceo donde tiene más impurezas. Se trata de una eflorescencia que se manifiesta en multitud de pequeñas partículas unidas en forma de costra en contacto con la roca carbonatada, delgada en su espesor y de aspecto granular; siempre protegida la incrustación del rigor de la intemperie en el interior de la oquedad. El mineral es transparente, de un brillo vítreo y con un color de la raya blanco. Dureza dos en la escala de Mohs. Fácilmente soluble en agua. No es pleocroíco ni fluorescente. Sabe a solución salina y paladar refrescante.
Después de medir, comparar, probar… y mucho meditar, el juicio sentenció la especie mineral: NITRO.
Ambas sustancias han sido analizadas usando la técnica de difractometría de rayos X en la Universidad de Jaén, por la investigadora Isabel Abad, del Departamento de Geología.
De la primera sustancia tratada, la de color oscuro, podemos inferir que no tiene estructura cristalina, y por tanto, no es una especie mineral al uso.
De la segunda sustancia tratada se confirma el pronóstico obtenido: Nitro. Un mineral de la clase de los nitratos, en concreto, un nitrato de potasio (KNO3). El estudio del difractograma arroja que el mineral va acompañado de silvina y algo de yeso.
Ahora parece premonitorio el color de las sustancias en entredicho: la de color oscuro, seguimos sumidos en la oscuridad de su naturaleza; y la de color claro ha irradiado luz, dando a conocer algunos de sus secretos, al menos, su nombre.



Imágenes: Al ser una cueva calcárea, en todo su recorrido podemos recrearnos con las caprichosas y sorprendentes formaciones cársticas que el carbonato de calcio ha modelado con el favor indispensable del agua.
Imagen: La salida opuesta de la caverna.
Imagen: Un macho de cabra montesa vigila nuestras andanzas desde un alto de la sierra.
Imagen no disponible
La última fotografía nos la íbamos a dedicar a nosotros, mi amigo Martín y un servidor, por estar como cabras: a quién se le ocurre dedicarse a estos menesteres en un mediodía de agosto en Almería; pero por antojos del destino la hemos perdido. Eso que ha ganado el artículo y que se ha ahorrado de ver el lector de estas líneas.
Dado que el mineral en cuestión apenas si está citado en las fuentes españolas consultadas, y menos aún, fotografiado, se ha creído conveniente hacer esto último con garantía, lo cual invalida nuestra participación, requiriendo la maestría de José Escánez, al cual agradezco su buen hacer y disposición. Aquí se presenta el resultado:


Imágenes: Nitro. Fotografías de José Escánez.
Al terminar este relato no quiero concluirlo sin dar muestra de una pequeña reflexión que sobreviene al visitar el lugar. No deja de llamar la atención la construcción de tres flamantes fábricas para procesar el nitro, asumiendo que para alimentarlas el mineral debía extraerse de tres cuevas o simas, la mayor de las cuales es la que se ha referido aquí, y en la cual, sus dimensiones y las escombreras de sus labores no dan para tanta actividad. Supongo que con el propósito de fabricar explosivos tomando como base el nitro, algún cálculo que otro no se hizo bien, por lo que la historia no llegó a estallar. Las pequeñas minas y las fábricas cesaron en su actividad a los pocos años de su puesta en explotación.
Agradecer a todas las personas que me han ayudado en esta esclarecedora empresa, a saber, Martín Sánchez, Isabel Abad y José Escánez.

Juan Pedro Rubio

Bibliografía

- Clemente Rubio, Simón de Rojas. Viaje a Andalucía “Historia Natural del Reino de Granada” (1804-1809). Barcelona: Editorial Griselda Bonet Girabet, 2002.
- Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar. Madrid, 1849, tomo XIV, p. 198.

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