Nitro
Una historia explosiva que no llegó a estallar
De la lectura de la magnífica obra Viaje
a Andalucía “Historia Natural del Reino de Granada”, del ilustre e ilustrado
Simón de Rojas, se tuvo conocimiento de la existencia de unas extrañas y confusas
sustancias minerales en algunas de las cuevas dispuestas por la vertiente norte
de la sierra de Los Filabres, a la altura de Serón-Tíjola.
Con la
intención de aportar algo de luz acerca de la naturaleza de estas sustancias químicas
‒una de color oscuro, y la otra, de color claro‒ y, tras un limitado estudio,
consecuencia de los exiguos y dispersos datos existentes, se decidió centrar
los esfuerzos y la inteligencia en el paraje llamado del Angosto, a tiro de
piedra del río de las Herrerías, término municipal de Serón.
Quedó
escrito en el Diccionario de Pascual
Madoz que, allá por el 1845, se descubrió por la zona unos depósitos minerales,
cuyo análisis químico determinó, de una manera un tanto imprecisa para las
nociones actuales, que estaban formados por compuestos de potasio-sodio y
nitrógeno; traducido a los cánones químicos actuales, un compuesto
perteneciente a la clase de los Nitratos. Estos depósitos minerales se hallaban
al abrigo de la intemperie, en cuevas, simas… en oquedades del macizo rocoso.
La
importancia de este explosivo hallazgo radica en la fabricación mediante el
empleo de esta sustancia, entre otras cosas, de pólvora.
Para su
beneficio, relata Madoz, «[…] se
construyeron 3 fábricas llamadas de los Amigos, Sta. Ana y la Consoladora», y
añade, «cuyo último edificio merece llamar la atención de los inteligentes».
En base a
la poca información disponible, se resolvió empezar la búsqueda de estas
sustancias junto al Cortijo de la Fábrica, topónimo éste coincidente con lo
expuesto por Madoz, y que se sitúa al pie de una zona montañosa, parcialmente
calcárea, propensa a la existencia de cuevas, localizado todo el conjunto en la
zona más angosta del paraje del Angosto.
Imagen: Este
es el semblante que ofrece la parte más oriental del Cerro del Pinar visto
junto al Cortijo de la Fábrica. A la altura donde rompe la pendiente se pueden
intuir varias oquedades en la roca calcárea, una de las cuales está acompañada
de una imprecisa, vetusta e intermitente vereda, potencial indicio de
explotación minera en el pasado. Hacia dicho enclave se dirigieron nuestras esperanzas.
Imagen: Continuando
por la apenas perceptible vereda se observa, al final de la misma, la entrada a
la cueva. En el paisaje podemos apreciar que el angosto lugar se encuentra en
una cerrada del río de las Herrerías. En último plano de la fotografía, casi
mimetizada con el azul del cielo, la grisácea silueta de la sierra de Las
Estancias.
Imagen: Parecida
perspectiva que la estampa anterior, algo más cercana a la gruta y más
orientada a Levante. Se ve el cauce del río. La existencia de las tres fábricas
para tratamiento del mineral en las inmediaciones de la corriente obedece a la
necesidad de utilizar el agua en el proceso productivo.
Imagen: Dando
la bienvenida a las entrañas de Los Filabres una placa con su debido nombre:
“Cueva de la Sarna”.
Imagen: Espléndida
panorámica la que se disfruta desde el acceso a la caverna: la sierra de Los
Filabres y, perpendicular a ella, el río de las Herrerías, por el que circula
el preciado líquido de estas áridas y sedientas tierras almerienses, hasta ir a
unirse con el cauce que vertebra toda la comarca, el río Almanzora; un «ramblón traidor», según palabras de
Simón de Rojas.
Imagen: La
entrada a la cueva. En el pasado, a bien seguro, no apreciarían tan luminosa y
acogedora la llegada a esta oquedad, ya que, su perturbadora denominación, «Sarna»,
se cuenta por el lugar que proviene por ser refugio, en épocas no tan remotas
históricamente, de personas que padecían esta enfermedad contagiosa. La
oscuridad de su interior sigue manteniendo secretos de tiempos pasados y de sustancias
minerales presentes.
Imagen: Una
de las dos raras e indeterminadas sustancias que aparecen en la cueva: la de
color oscuro.
Al
respecto de la naturaleza de este material, a principios del siglo XIX, el
ilustrado Simón de Rojas dejó sentado en su manuscrito: «En un tajo de la caliza […]
sale el asfalto por las infinitas rendijas que la peña tiene, yo le hallé
durísimo y en ninguna parte fluido formando chorreaderos y cortes y largos que
el betún formaba pelotoncitos achatados por la parte pegada a la peña o sólo
manchaba a ésta de color negro.
[…] La explicación vulgar del País es que
este betún es sudor del aceite que dejaron allí escondido los Moros.
[…] El asfalto de la Cueva fue objeto de
muchas discusiones y meditaciones. […] El sabor y el olor del betún es ingrato,
igual al de cagarrutas, de éstas hay por allí muchas que deja el ganado. […] El
asfalto se derrite y ablanda un poco con el calor de la mano, a que se pega,
pero no al fuego común. Desechada la opinión vulgar, restaba explicar el sabor,
olor del betún, tan parecido al de las cagarrutas, éstas pisadas, deshechas y
mezcladas con orines por las mismas reses que suelen retirarse allí y con humo
por sus pastores podían producir el betún que sólo se observa en la parte
inferior donde pudieran desparramarse las reses; algunos pedazos del betún
caídos en el suelo están efectivamente mezclados con cagarrutas enteras o
hechas polvo y pelos. Pero la fluidez del betún, su salida por las grietas
precisamente en donde es inconcebible que pudiera introducirse la mezcla dicha,
el olor de las piedras de donde sale, que no parece pueda penetrar el orín,
etc. hacen del todo inadmisible la explicación; no es extraño que el betún, en
su fluidez, se mezcle con lo que encuentre cuando forma una delgada y lustrosa
costra sobre la piedra, se parece ésta a la que el humo forma; pero el humo
nunca forma masas redondeadas, ni que fluyan, ni que tengan carácter alguno de
los que lleva siempre nuestro betún. Éste se ve también donde no está nada
ahumado. Los pastores señalan sus reses con alquitrán, que en otras partes
llaman miera. ¿No puede derramárseles el caldero y ser éste muestro betún? El
alquitrán es substancias de caracteres muy diversos, no fluiría por las
rendijas varios veranos sucesivos.
[…] Me nombran cuatro cuevas majadas en que
han observado el mismo fenómeno. […] Por donde sale su betún no hay nada
ahumado y pocas cagarrutas […]».
Pues bien,
pasados unos doscientos años de las meditaciones de Simón de Rojas y sus
congéneres, después de ver, estudiar y analizar este esquivo material, sigue en
la más absoluta oscuridad el nombre de esta diantre y oscura sustancia.
Imagen: Unos
enormes «ventanales» arrojan luz al interior de la caverna. Junto al río se entrevé
el cortijo de la Fábrica, en el cual se daba «luz» al mineral que se extraía de
ésta y otras cuevas cercanas, convertidas en, supuestamente, pródigas y
esperanzadoras minas.
Imagen: La
sustancia mineral que da origen a su búsqueda, entendimiento y redacción de
este texto: la de color claro. Aquí está el sujeto de nuestras indagaciones: la
encontramos, se ha dado con ella. Éste es el compuesto de potasio y
nitrógeno que fue descubierto en 1845, motivando, más tarde, su explotación y
la construcción de las tres fábricas de tratamiento de mineral.
Puede
leerse en el manuscrito de Simón de Rojas al respecto: «[…] La pudinga que suda el asfalto suda en el mismo lado y cerca de
aquel sal amarga, que los Naturales dicen ser harina escondida antaño por los
Moros […]».
El mineral
se presenta en un color blanquecino; más blanco donde se halla más puro, y, con
un tono más grisáceo donde tiene más impurezas. Se trata de una eflorescencia
que se manifiesta en multitud de pequeñas partículas unidas en forma de costra
en contacto con la roca carbonatada, delgada en su espesor y de aspecto
granular; siempre protegida la incrustación del rigor de la intemperie en el
interior de la oquedad. El mineral es transparente, de un brillo vítreo y con
un color de la raya blanco. Dureza dos en la escala de Mohs. Fácilmente soluble
en agua. No es pleocroíco ni fluorescente. Sabe a solución salina y paladar
refrescante.
Después de
medir, comparar, probar… y mucho meditar, el juicio sentenció la especie
mineral: NITRO.
Ambas
sustancias han sido analizadas usando la técnica de difractometría de rayos X
en la Universidad de Jaén, por la investigadora Isabel Abad, del Departamento
de Geología.
De la
primera sustancia tratada, la de color oscuro, podemos inferir que no tiene
estructura cristalina, y por tanto, no es una especie mineral al uso.
De la
segunda sustancia tratada se confirma el pronóstico obtenido: Nitro. Un mineral
de la clase de los nitratos, en concreto, un nitrato de potasio (KNO3).
El estudio del difractograma arroja que el mineral va acompañado de silvina y
algo de yeso.
Ahora
parece premonitorio el color de las sustancias en entredicho: la de color
oscuro, seguimos sumidos en la oscuridad de su naturaleza; y la de color claro ha
irradiado luz, dando a conocer algunos de sus secretos, al menos, su nombre.
Imágenes: Al
ser una cueva calcárea, en todo su recorrido podemos recrearnos con las
caprichosas y sorprendentes formaciones cársticas que el carbonato de calcio ha
modelado con el favor indispensable del agua.
Imagen no disponible
La última
fotografía nos la íbamos a dedicar a nosotros, mi amigo Martín y un servidor,
por estar como cabras: a quién se le ocurre dedicarse a estos menesteres en un
mediodía de agosto en Almería; pero por antojos del destino la hemos perdido.
Eso que ha ganado el artículo y que se ha ahorrado de ver el lector de estas
líneas.
Dado que
el mineral en cuestión apenas si está citado en las fuentes españolas
consultadas,
y menos aún, fotografiado, se ha creído conveniente hacer esto último con garantía, lo
cual invalida nuestra participación, requiriendo la maestría de José Escánez,
al cual agradezco su buen hacer y disposición. Aquí se presenta el resultado:
Al
terminar este relato no quiero concluirlo sin dar muestra de una pequeña
reflexión que sobreviene al visitar el lugar. No deja de llamar la atención la
construcción de tres flamantes fábricas para procesar el nitro, asumiendo que
para alimentarlas el mineral debía extraerse de tres cuevas o simas, la mayor
de las cuales es la que se ha referido aquí, y en la cual, sus dimensiones y
las escombreras de sus labores no dan para tanta actividad. Supongo que con el propósito
de fabricar explosivos tomando como base el nitro, algún cálculo que otro no se
hizo bien, por lo que la historia no llegó a estallar. Las pequeñas minas y las
fábricas cesaron en su actividad a los pocos años de su puesta en explotación.
Agradecer
a todas las personas que me han ayudado en esta esclarecedora empresa, a saber,
Martín Sánchez, Isabel Abad y José Escánez.
Juan Pedro Rubio
Bibliografía
- Clemente
Rubio, Simón de Rojas. Viaje a Andalucía
“Historia Natural del Reino de Granada” (1804-1809). Barcelona: Editorial
Griselda Bonet Girabet, 2002.
- Madoz, Pascual. Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar.
Madrid, 1849, tomo XIV, p. 198.